Alí Mustafá (Universidad Nacional de San Martín, 2016)
La
memoria también rescata del olvido los recorridos de los grupos humanos que
emigraron para buscar la realización de sus anhelos, afincándose, proyectando
su propia cultura e interactuando con otras originarias y locales instaladas.
De esta forma, los inmigrantes junto con los pueblos originarios han construido
y construyen nuevas identidades.
La identidad de un pueblo reconoce y se apropia de la memoria histórica y marca una pertenencia a un determinado grupo o sociedad con la que se comparten valores, creencias, costumbres, rasgos culturales que se recrean y dinamizan con la interacción de otras.
La identidad de un pueblo reconoce y se apropia de la memoria histórica y marca una pertenencia a un determinado grupo o sociedad con la que se comparten valores, creencias, costumbres, rasgos culturales que se recrean y dinamizan con la interacción de otras.
Así
nos encontramos frente al híbrido cultural que el antropólogo Néstor García
Canclini lo define como la condición básica de yuxtaposición y comparación
interpretativo-semiótica de diferentes tradiciones de imaginería cultural”
Veamos algunos datos. Desde la etapa fundacional del estado nación se han consolidado diferentes períodos en los que los procesos migratorios fueron centrales para definir el desarrollo de nuevas formas de percibir lo nacional y construir ciudadanías. Durante la colonia para reemplazar la mano de obra indígena los europeos decidieron trasladar a América esclavos de África. Se calcula que de los 60 millones de esclavos que fueron enviados a América, sólo llegaron con vida unos 10 millones. A América del Sur arribaron a través del puerto de Buenos Aires primero, y luego de Montevideo. El destino principal fueron las ciudades del noroeste. En el censo realizado en 1778 la población de origen africano ascendía promedio al 45% aproximadamente del territorio virreinal a la que se sumaba una gran población quechua, aymara, colla, guaraní y otros pueblos originarios.
Veamos algunos datos. Desde la etapa fundacional del estado nación se han consolidado diferentes períodos en los que los procesos migratorios fueron centrales para definir el desarrollo de nuevas formas de percibir lo nacional y construir ciudadanías. Durante la colonia para reemplazar la mano de obra indígena los europeos decidieron trasladar a América esclavos de África. Se calcula que de los 60 millones de esclavos que fueron enviados a América, sólo llegaron con vida unos 10 millones. A América del Sur arribaron a través del puerto de Buenos Aires primero, y luego de Montevideo. El destino principal fueron las ciudades del noroeste. En el censo realizado en 1778 la población de origen africano ascendía promedio al 45% aproximadamente del territorio virreinal a la que se sumaba una gran población quechua, aymara, colla, guaraní y otros pueblos originarios.
Por
entonces y al momento de nuestra independencia, el actual territorio argentino
tenía una baja densidad poblacional. Esta realidad llevó a promover medidas de
desarrollo socioeconómico fomentando la inmigración como
uno de sus factores fundamentales. En 1853 ese proyecto se plasmó en la letra de la Constitución Nacional y sería el
instrumento esencial para promover la inmigración esencialmente de origen
europeo. Así la Argentina, al igual que Australia, Canadá, Brasil o Estados
Unidos, era considerado un país de inmigración, cuya sociedad ha sido
influida por el fenómeno inmigratorio masivo, que tuvo lugar a partir de
mediados del siglo XIX.
En
1870 nuestro país tenía una población de 2 millones de habitantes y fue uno de
los principales receptores de la gran corriente europea hasta 1950. El impacto
sociocultural y económico fue intenso por la cantidad de inmigrantes recibidos
y por la escasa población de nuestro territorio. Por otra parte, ya para 1920, dice la
Dra. Zulma Recchini de Lattes en La población argentina,
un poco más de la mitad de quienes habitaban la ciudad de Buenos
Aires, eran nacidos en el exterior. Recién en 1960 la población
del país ascendía a 20 millones de habitantes, gracias al aporte de las
inmigraciones provenientes de Europa, y en menor medida de Medio
Oriente. Hasta entrado los ’70 la Argentina era en América Latina el
país con mayor población de inmigrantes de procedencia europea.
En
un salto histórico llegamos a los años `90 y vemos que los flujos
migratorios vuelven a ponen en discusión nuevas fronteras, nuevas formas
interculturales de pensar el trabajo, las economías regionales, la vida
social y los procesos de ciudadanización. Aparecieron otras formas de encuentro
que no necesariamente significaron un diálogo fecundo pero que sí modifican las
relaciones de visibilidad de los inmigrantes.
En
los años `80/`90 aparece una diferenciación étnica que le otorga
relevancia política y que coloca al fenómeno migratorio como un espacio de
discusión, investigación y relevancia en el campo de los aportes del mundo de
la cultura. Esto lleva a repensar los acuerdos regionales instalados como el
Mercosur y las políticas públicas desde una perspectiva situada en la plena
garantía de los derechos sociales y culturales para todos los habitantes,
residentes y ciudadanos de la región.
LA
ARGENTINA Y LA SITUACIÓN MUNDIAL
Las
migraciones tienen un impacto cultural, social y económico porque los flujos
van en gran medida de las periferias subdesarrolladas a los centros
desarrollados en busca de una mejor calidad de vida. La
Organización Internacional de Migraciones (OIM) dice que “la emigración
proporcionará a las naciones industrializadas la mano de obra que necesitarán
en los próximos 50 años debido al envejecimiento de su población”.
En
2005, hubo 200 millones de migrantes en todo el mundo, lo que representa el 3,3
% de la población total del planeta y la OIM calcula que el número no parará de
crecer. De ellos, 51 millones se registraron en América. Estados Unidos recibió
38,3 millones mientras que América Latina y el Caribe sólo 6,6 millones de los
cuales 1,5 millón llegaron a nuestro país.
En
los últimos años el tema se reinstaló con mayor fuerza en la agenda política de
los países centrales. En EEUU los candidatos presidenciales de las últimas
elecciones, Obama y Mc Cain, prometieron una reforma migratoria para
mejorar la situación de los 12 millones de inmigrantes ilegales. Esta reforma,
que fue anunciada hace unos días por el presidente Barak Obama, permitirá a los
trabajadores inmigrantes indocumentados traer a sus familias e impedir la
explotación laboral además que podrán pagar el impuesto a las ganancias
producidas. Se espera que este ejemplo sea repetido por la Unión Europea
que como se sabe ha endurecido su política migratoria generando reacciones
fundamentalmente en MERCOSUR, y países de África del Norte.
Hoy,
apoyados en varios documentos y compromisos internacionales como el Memorando
de Entendimiento entre la Secretaría General Iberoamericana, la OIM y la CEPAL
(Montevideo, abril de 2008), los países de la región comienzan a
presentar posturas comunes y reafirmar el artículo 10° de la Declaración de
Salvador de Bahía (diciembre 2008) que dice “como representantes de sociedades
multiétnicas, multiculturales y plurilingües reafirmaron (los presidentes) el
valor de la diversidad y manifestaron su preocupación por el aumento de la
xenofobia y la discriminación en el mundo y por iniciativas tendientes a
impedir la libre circulación de personas”.
También,
“condenaron la criminalización de los flujos migratorios y las medidas que
atentan contra los derechos humanos de los grupos migrantes destacando que la
libre circulación de personas es tan importante como la circulación de bienes y
flujos financieros”.
Por
otra parte, el informe mundial de desarrollo humano “Superando Barreras” de
2009 expresa que vivimos en un mundo altamente móvil y que la capacidad de una
persona de cambiar su lugar de residencia puede impactar sobre su ingreso,
su salud y su educación y, al mismo tiempo, constituye un aspecto
fundamental de la libertad humana. También señala temores exagerados en
los países destinatarios sobre los efectos de la migración relacionados con
expresiones de intolerancia o discriminación hacia sectores de la población
migrante principalmente a las minorías afrodescendientes, comunidades indígenas
y mujeres.
Según
el estudio, en Argentina, “la crisis económica de 2001 causó un cambio radical
en el flujo migratorio. Si en los ’90 Argentina fue un imán para los
inmigrantes, de 2001 a 2003 experimentó un éxodo de 255 mil personas, casi seis
veces más que todo el período de 1993 a 2000”. En cambio, cuando En 2005 se
comenzó a superar la crisis y se retomó el camino del crecimiento y la
producción, la emigración se redujo y la Argentina recibió 1,5 millón de
inmigrantes de países limítrofes, China, Corea y en menor medida de Europa
oriental y África, erigiéndose como el principal destino de América latina y el
Caribe en el ranking del movimiento migratorio.
Finalmente,
el Informe “Superando Barreras” destaca las políticas pro-inmigración del
gobierno argentino, especialmente aquellas aplicadas a través del Mercosur. Se
señala como ejemplo de política pro-inmigratoria la legislación argentina que
habilita a cualquier ciudadano sin antecedentes delictuales de un país que
forma parte del acuerdo regional a obtener residencia legal. Vemos entonces
como el ser humano, que en las relaciones internacionales antes era tomado como
ciudadano de un estado, ahora pasa a ser sujeto de derechos y deberes en el
plano internacional.
La migración que caracteriza al mundo contemporáneo es tan compleja como los problemas que la generan, aunque el origen podemos visualizarlo en la desigualdad hacia adentro de los estados y las asimetrías socioeconómicas entre los países desarrollados y subdesarrollados.
La migración que caracteriza al mundo contemporáneo es tan compleja como los problemas que la generan, aunque el origen podemos visualizarlo en la desigualdad hacia adentro de los estados y las asimetrías socioeconómicas entre los países desarrollados y subdesarrollados.
En
estos tiempos, la Argentina vuelve a ser un país de oportunidades. De esta
manera estamos frente a una nueva conformación de la identidad regional y
nacional, influenciada por diversos factores culturales que sin duda como en
otros momentos históricos han impactado en la construcción y desarrollo de
nuevos hombres y mujeres, un híbrido cultural.
El bicentenario es una buena oportunidad para apelar a la memoria y volver a reconstruir los valores solidarios, de igualdad de oportunidades e integración que están reflejados en nuestra Constitución Nacional. Y esta en cada uno de nosotros ser los artífices de nuestro propio destino y trabajar en la construcción del relato de una identidad plural y equitativa.
El bicentenario es una buena oportunidad para apelar a la memoria y volver a reconstruir los valores solidarios, de igualdad de oportunidades e integración que están reflejados en nuestra Constitución Nacional. Y esta en cada uno de nosotros ser los artífices de nuestro propio destino y trabajar en la construcción del relato de una identidad plural y equitativa.
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Fuente: http://www.unsam.edu.ar/surglobal/identidad-argentina-en-el-bicentenario-ali-mustafa/
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